Café
La
taza era una súplica de arcilla
que
no alcanzó a ser ánfora.
Sedoso
hila el humo y retuerce,
silencioso,su
línea de calor.
De
orilla a orilla
el
amargo sabor del café brilla
sobre
el oscuro espejo tembloroso.
Yace
al fondo el estímulo, en reposo,
que
se alzará en vigor de banderilla.
Esa
fuerza motriz vibra, acelera,
y
potencia la acción de la galera
que
navega los mares de la mente.
Despierta
a cada inmóvil galeote
cautivo
en el cerebro, y saca a flote
los
temas sin pudor del subconsciente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario