Existo
porque me despierto y me levanto. Porque como, camino, hablo. Porque
así lo prueba el acta de mi nacimiento. Existo por el número de mi
carnet de identidad. Por mis padres y su maravilloso descuido. Jamás
hice nada por existir. No llené solicitud, ni pedí permiso.
Simplemente aparecí.
Siempre pensé qué la
existencia empieza en el momento de nacer y que a veces la vida tarda
tanto en llegar que no llega nunca. Gasté tanto tiempo en tratar de
entender qué era la vida construyendo hipótesis sin sentido. Hoy sé
que la felicidad, el amor la amistad son utopías que generan
angustias si las pretendemos completas. Que el asunto es buscarlas y
devorar sus momentos como abastecimiento para los tiempos en veda.
Hoy creo que la vida es un buen vino, la canción que te gusta, esa
sensación después de amar que te hace sentir supremo. Un buen
postre, un gran atardecer. Todo lo demás es un rosario de pesadillas
que hay que padecer para poder encontrarte de manera esporádica con
pequeños detalles y sentirte por instantes… vivo. Pocas veces se
puede atrapar la vida por un tiempo continuo de dos horas
Aquella noche sucedió.
Aquella noche sucedió.
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