martes, 25 de octubre de 2016

Aquella noche sucedió


Existo porque me despierto y me levanto. Porque como, camino, hablo. Porque así lo prueba el acta de mi nacimiento. Existo por el número de mi carnet de identidad. Por mis padres y su maravilloso descuido. Jamás hice nada por existir. No llené solicitud, ni pedí permiso. Simplemente aparecí.
Siempre pensé qué la existencia empieza en el momento de nacer y que a veces la vida tarda tanto en llegar que no llega nunca. Gasté tanto tiempo en tratar de entender qué era la vida construyendo hipótesis sin sentido. Hoy sé que la felicidad, el amor la amistad son utopías que generan angustias si las pretendemos completas. Que el asunto es buscarlas y devorar sus momentos como abastecimiento para los tiempos en veda. Hoy creo que la vida es un buen vino, la canción que te gusta, esa sensación después de amar que te hace sentir supremo. Un buen postre, un gran atardecer. Todo lo demás es un rosario de pesadillas que hay que padecer para poder encontrarte de manera esporádica con pequeños detalles y sentirte por instantes… vivo. Pocas veces se puede atrapar la vida por un tiempo continuo de dos horas
Aquella noche sucedió.



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